2.2.11

Vieja casa

Un tiempo antiguo e ido, que ya no es nada. Un terrible tiempo que nos llega desde fotos. Una sensación de algo que vuela en el polvo de una calle que asfaltaron hace años. El frío amigo de la zanja que entubaron. El brillo inalcanzable de las hojas de los eucaliptus, hoy talados a la mitad. Sus troncos de papel para dibujar mapas entre la corteza. Fierros viejos que se fueron haciendo tierra. Esos rincones que siempre muestran y esconden telarañas, sin importarles quién los mire, quién los barra. Habitantes idos. Y uno mismo ido en el tiempo hacia atrás. Uno que ya es otro. Aquel uno que llega de vuelta en el eco de su voz leyendo un cuento. En las costumbres abandonadas. En lo que uno ya no es. En lo que uno ya no puede ser.

Queremos encontrarnos allí, en los mismos lugares. Nos imaginamos presentes siempre, como impregnados a las paredes.  Como ese tenaz hollín que permanece, casi imperceptible, en las paredes altas. Queremos sacarnos de allí para volver a vernos y conocernos. Pero sólo hay polvo, libros viejos, un juguete roto, ya sin sentido, las fotos que miramos, como si fueran espejos, cada cinco años y medio.

Nada de lo vivo sigue allí. Y menos uno mismo. No hay siquiera un fantasma. Todo lo que allí había ha sido reemplazado, cubierto por la pesada mano del presente. Aunque nos empeñemos en buscar, en rascar las paredes, en escarbar los zócalos, en dar vuelta los almohadones, sólo objetos encontramos, nada vivo. Objetos nuevos y objetos viejos. Cosas más o menos útiles, más o menos reconocibles. Es más real en el recuerdo aquella pelota número cinco, blanca y roja, rota en los gajos, que nosotros mismos.

A veces, muy de vez en cuando, nos despertamos y la respiración es levemente distinta durante once minutos porque sabemos que un rato antes estuvimos allí, estuvimos entonces, con todos los que éramos, con las palabras y las almas aquéllas. Durante esos primeros once minutos el aire que respiramos es fresco porque hemos estado allí, otra vez, vivos.

1.2.11

Carne


Carne.
Miro mis manos y veo carne.
Treinta y siete años de carne.
Éste es un cuerpo que empieza a dar la vuelta.
Carne.

La carne es el material más fuerte.
Más lejano, más noble.

Un tren lejano.
Su luz, su sonido. Un campo.
Es de noche en el campo
y un tren se lleva mi carne.
Carne. Y la cabeza que estalla.
Yo acá no vengo más.
Carne.
Carne y la cabeza que estalla.
Acá.

Acá me escuchan.
Soy fuerte.
Compro, salgo, cazo, cambio.
No comprendo el aroma que hay
acá.

Acá estallo.
Acá no vengo más.